La semilla y el corazón

Ejemplares de La semilla y el corazón (Alba, 2022) junto a una copia de Las hogueras azules (Candaya, 2020).

Queridas amigas, hoy es 7 de septiembre de 2022, lo cual significa que, por fin, y con el número 16 de la preciosa colección Alba poesía de Alba Editorial, llega a las librerías La semilla y el corazón, la antología general de la poesía japonesa que Teresa Herrero y yo hemos preparado mano a mano durante el último año y medio.

Se trata del resultado de un proyecto apasionante para un traductor, en el que dan fruto más de diez años de fascinación por la poesía y la cultura japonesas, y que reúne, en formato bilingüe, además de un prefacio en el que se repasan la historia de la poesía en Japón y sus principales claves estético-literarias, un total de 180 poemas de la pluma de 89 autores identificados y 10 anónimos, desde Kakinomoto no Hitomaro a Yosano Akiko, pasando por Ono no Komachi, Ariwara no Narihira, Izumi Shikibu, Sei Shōnagon, Fujiwara no Teika, Saigyō, Ueshima Onitsura, Matsuo Bashō, Kaga no Chiyo o Kobayashi Issa, entre otros muchos.

Traducir La semilla y el corazón, no obstante, también ha resultado apasionante como escritor, ya que me ha permitido revisitar la obra de algunos de los poetas que más me han marcado hasta el momento y aprender del océano de conocimiento que es Teresa, a quien, como explico en el prefacio, le debo buena parte de mi amor por la poesía nipona por sus maravillosas traducciones en colaboración con José María Bermejo y con Jesús Munárriz.

Nuestra intención, por lo demás, ha sido la de abrir una puerta a la poesía japonesa, que sirva tanto a sus nuevos lectores como a quienes, conociéndola ya, pretendan seguir profundizando en una de las tradiciones literarias más hermosas que haya producido el ser humano.

Aquí os dejo cuatro de los poemas de la antología:

Por último, me permito apuntar que sospecho que La semilla y el corazón resultará de mucho interés para todas aquellas que disfrutasteis de Las hogueras azules, que no sois pocas, teniendo en cuenta que el libro va por la tercera edición. (¡Gracias! 🔥)

Ojalá lo disfrutéis. Por mi parte, espero sinceramente que así sea.

Un año de hogueras azules

Las hogueras azules recomendado en La Central (junio de 2021).

A principios de esta semana, mientras echaba cuentas para otros asuntos en la editorial, me di cuenta de que acaba de cumplirse un año de la llegada a librerías de Las hogueras azules. Era julio de 2020 y el fruto de casi tres años de trabajo se materializaba en un librito de 112 páginas, con la cubierta azul hielo e ilustrada por la rama de un cerezo de Wang Mian, 57 poemas, un epílogo y un fantástico prólogo de Ana Gorría.

Las circunstancias de salida del libro, sin embargo, eran bastante difíciles. No solo acabábamos de atravesar el peor momento de la pandemia, sino que esta, además, había obligado a retrasar su lanzamiento varios meses y supuesto un sinfín de complicaciones para la editorial, las librerías y todos los que trabajamos en el mundo del libro, que habíamos observado con angustia desplomarse las ventas durante el mes y medio del confinamiento estricto y animábamos tanto como podíamos a los lectores y lectoras a apoyar al sector. Por todo ello, tanto mis editores como yo éramos conscientes de que el libro saldría con la suerte echada, y pensábamos que, a pesar de todo nuestro esfuerzo y cariño, nos podríamos considerar afortunados si, en mitad de aquel caos, Las hogueras conseguía atraer un poco de atención y llegar a las manos de un puñado de pocos pero atentos lectores.

Y es que jamás podría haberme imaginado —y menos aún en esas circunstancias— hasta qué punto un libro como este, tan personal y separado de lo que estaban publicando otros poetas de mi edad, iba a ser una fuente de alegrías y de nuevos lectores, a generar tantas reacciones entusiastas, a aparecer (arrastrándome a mí consigo) en publicaciones como The Objective, El País, Las librerías recomiendan, Zenda, La Razón o El Diario de Sevilla entre otras tantas, o en programas de radio como El Ojo Crítico de Radio Nacional o Tres en la carretera, de Radio3. Tampoco podía imaginar, ni mucho menos, que serían tantas las personas que me escribirían por redes sociales o que me abordarían en persona para hablarme de lo importante que la lectura había sido para ellas, o de lo mucho que habían disfrutado de su tono calmado cuando el resto del mundo no paraba de gritar… Ni que todas estas cosas llevarían a que el libro se reeditase apenas seis meses después de salir a la venta y a que se siga vendiendo y leyendo ahora mismo, doce meses más tarde.

Por último, tampoco podría haber esperado el cariño y la generosidad de tantos escritores y escritoras que, sin dedicarse a la crítica como tal, han regalado palabras de elogio a Las hogueras azules, como Ana Gorría, Mónica Ojeda, Alejandro Palomas y Ariadna G. García, entre otros muchos, o que han apoyado tanto y tan desinteresadamente mi poesía como lo han hecho Gonzalo Torné, Luis Magrinyà, Luna Miguel, Ben Clark o Irene Vallejo, que incluyó como encabezamiento de su epílogo a la decimonovena edición de El infinito en un junco mi «Poema para los techos de una cueva».

Como he contado ya en varias ocasiones, empecé a escribir Las hogueras azules como una serie de ejercicios que me ayudaban a despejarme de la escritura de un poemario anterior. Se trataba de un libro que nunca llegué a titular, pero cuya escritura me ocupó todo el año 2017 y los primeros meses de 2018, y que finalmente abandoné después de un largo y doloroso proceso creativo que me llevó a enfrentarme a algunas de las facetas más oscuras de mi propia persona. Fue algunos meses después de dejarlo cuando advertí que aquel cuaderno de ejercicios —en realidad era un archivo punto doc llamado «Variaciones sobre forma oriental»—, aquel refugio al que acudía cuando necesitaba acendrar el lenguaje o dar espacio a la imaginación, era poesía.

Y es que, para mí, la escritura es en gran parte una restitución. Devolver el lenguaje a su tiempo adecuado, que no es otro que aquel que permite decir. Así, el sentido, el tiempo y el lenguaje se armonizan; adquieren la forma estable del poema y, con ella, la sorprendente cualidad de ser también legibles para otros.

Los últimos doce meses han sido de lectura, escritura y reflexión. En especial desde que decidí cerrar temporalmente mi cuenta de Twitter. He escrito más de la mitad de un libro nuevo, que, aunque avance despacio, lo hace a ritmo constante y con pisada firme. También he traducido mucho —hasta la fecha más de setenta poemas— para un proyecto editorial precioso que verá la luz el año próximo y que, aunque todavía no puedo dar detalles, estará dedicado a la poesía de Japón. Por lo demás, continúo trabajando, como siempre, en la edición de clásicos y humanidades, y cada día disfruto de la inmensa suerte que supone cuidar con humildad de la buena literatura.

Para todas aquellas y aquellos que habéis leído Las hogueras azules, no tengo más que palabras de sincera gratitud, así como para mis maravillosos editores de Candaya. Saber que los poemas son leídos, que acompañan, que incluso son capaces de llevar emociones a otros cuerpos o erizar otra piel, es impagable.

Como decía Lu Ji, «lo inmenso en un mínimo pliego de seda».


Madrid, julio de 2021,
JFR

«El ternero de dos cabezas», de Laura Gilpin

Mañana, cuando los chicos de la granja
den con este capricho de la naturaleza,
envolverán su cuerpo en papel de periódico
y lo llevarán al museo.

Hoy, sin embargo, está vivo en los prados
del norte, con su madre.
Es una noche de verano espléndida:
la luna se levanta
sobre el huerto, la brisa mueve
el pasto. Cuando contempla el cielo
las estrellas
…………………….se multiplican por dos.

(THE TWO-HEADED CALF. /// Tomorrow, when the farm boys find this / freak of nature, they will wrap his body / in newspaper and carry him to the museum. // But tonight he is alive and in the north / field with his mother. It is a perfect / summer evening: / the moon rising over / the orchard, the wind in the grass. And / as he stares into the sky, there are / twice as many stars as usual.)

Poema de Laura Gilpin (1950-2007); trad. Juan F. Rivero. Imagen: Vicent van Gogh, Prado con dientes de león.